La crisis cultural que viven las sociedades modernas parece estar destinada a guiarnos por los caminos de la estupidez, para luego lanzarnos por el precipicio de la ignorancia. Es inconcebible que la sociedad venezolana, especialmente los zulianos, se muestre interesada mayormente en escuchar el último reggaetón de moda y/o en tener el último disco de vallenato e ignoren una exposición fotográfica, un museo o un buen joropo venezolano.
Con qué facilidad nos deshidratamos batiendo nuestros cuerpos en una discoteca, escuchando un redoble de platillos de un reggaetón, un vallenatazo cargado de sentimiento o una canción gringa. Se nos hace difícil saber quién es Neruda, Benedetti, Bolívar y Morazán pero se venera a un tal Daddy Yankee, Diomedes Díaz y pare usted de contar.
Con ello no quiero atacar la mentalidad enajenada de unos cuantos que piensan que lo de adentro no sirve y lo de afuera es admirable, aquellos apatridos que critican la cultura venezolana, pero que no esbozan nuevas estructuras para reimpulsar lo verdaderamente nuestro. Claro está, es más fácil huir que aceptar que acá hay problemas sin enfrentar o solucionar.
Esta crítica, o mejor aún, autocrítica cultural (para incluirme) sólo pretende dejar una pregunta para el análisis, ¿a este paso que vamos, qué país le dejaremos a nuestros hijos?...
Bai, bai criticones y habladores, bienvenidos cultores.
Romel
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